23.10.08

Comer rápido nos hace obesos

Fuente: BBC Mundo

Devorar rápidamente las comidas podría ser suficiente para doblar el riesgo de ser obeso, dice un estudio japonés.
Los científicos de la Universidad de Osaka estudiaron los hábitos alimenticios de 3.000 personas y reportaron sus conclusiones en al publicación British Medical Journal.
Los problemas con los sistemas que le indican al cuerpo cuándo dejar de comer parecen ser en parte responsables, dice un experto en nutrición británico.
Indicó que comer deliberadamente más lentamente al sentarse a la mesa podría tener un impacto sobre el peso.

El estudio más reciente examinó la relación entre la velocidad en que se consume el alimento, la sensación de saciedad y la obesidad.
Casi la mitad de los 3.000 voluntarios manifestaron a los investigadores que tenían la tendencia a comer rápido.
Comparados con aquellos que no lo hacían rápidamente, los hombres que comían rápido exhibían 84% más probabilidades de ser obesos, mientras que con las mujeres era casi el doble.
Aquellos que, además de devorar sus alimentos, comen hasta sentirse llenos, aumentan al triple las probabilidades de ser obesos.
Señales del estómago
El profesor Ian McDonald, de la Universidad de Nottingham, dijo que hay una serie de razones por qué el comer rápido puede ser malo para mantener el peso.
Dijo que la práctica podría interferir con el sistema de señalización que le indica al cerebro a no seguir consumiendo porque el estómago se está distendiendo.
"Si uno come rápidamente está básicamente llenando el estómago antes de que la información gástrica tenga una oportunidad de generarse - uno podría estar rebosando la capacidad del estómago", dijo el profesor.

Añadió que acelerar el consumo puede ser un comportamiento aprendido durante la infancia y podría ser revertido, aunque no es algo fácil.
"El viejo dicho de masticar cada bocado 20 veces puede ser verdad - si uno se tomara un poco más de tiempo, eso podría tener un impacto", concluyó.
Ventaja evolutiva
En un editorial que acompaña el reportaje, la investigadora australiana, las doctoras Elizabeth Denney-Wilson y Karen Campbell, dicen que el mecanismo que nos hace gordos hoy podría haber sido, hasta relativamente hace poco, una ventaja evolutiva, que nos ayudaba a consumir más alimento cuando éste era escaso.
Dijeron que, en lo posible, los niños deberían ser estimulados a comer despacio y permitírseles parar cuando se sintieran llenos a las horas de las comida.

El doctor Jason Halford, director del Laboratorio Kissileff sobre el Comportamiento de Ingestión Humana de la Universidad de Liverpool, expresó que la manera en que comemos está siendo considerada como un área clave en la investigación de la obesidad, especialmente desde la publicación de estudios que resaltan una variante genética vinculada a la "sensación de llenura".
Su propio trabajo, recientemente publicado en el Journal of Psychopharmacology, encontró que el medicamento contra la obesidad, sibutramine, funcionaba desacelerando el ritmo al cual los pacientes obesos comen.
"Lo que la investigación japonesa ha demostrado es que las diferencias individuales en el comportamiento de la alimentación subrayan el consumo excesivo de comida y está vinculado a la obesidad", afirmó el doctor Halford.
"Otras investigaciones han encontrado evidencia de esto en la niñez, sugiriendo que podría ser heredado o aprendido a una temprana edad", añadió.
Dijo, sin embargo, que aun no había evidencia de que tratar de desacelerar la comida de los niños tuviera un impacto en las futuras tasas de obesidad.

19.4.08

Pavo a la Cacerola


La verdad es que me quedó tan rico, que por eso lo comparto.
El sábado pasado fui a la feria como intento hacerlo todos los sábados. Para ahorrarme pega durante la semana, preparé algunas cosas sin tener certeza de qué comeríamos exactamente. Así que asé cuatro berenjenas en el horno; cocí las espinacas y el brócoli y guardé el caldo de ambas para tomar sopa natural en la semana; luego piqué la albahaca, el cilantro y el ciboulette, y las guardé en frascos separados con aceite de oliva y sal.
El día martes, cuando se acabaron los crespos a la bolgnesa que preparó el Jaime el domingo, decidí hacer pavo a la cacerola. Consultadas algunas fuentes, orales y cibernéticas, llegamos a la conclusión de que lo básico era sofreirlo con condimentos a elección y luego cocerlo durante 20 minutos en la olla a presión. Entonces agarré lo que tenía a mano: una cebolla, dos pimentones, tres dientes de ajo, comino y laurel, y lo sofreí todo junto, corté el pavo en trozos medianos y lo agregue cuando la cebolla ya tenía un par de minutos friéndose. Recordé el consejo de una tía que recomendaba agregar algo ácido para que la carne libere más jugo. Así que agarré una taza de vinagre de vino blanco, le puse dos cucharaditas de azúcar para suavizarla y la agregué al menjunje. Al final, vertí el caldo que había reservado de las espinacas y el brócoli, y le sumé papas cortadas en cubos medianos. Esto se coció en la olla a presión por 20 minutos tal como se había concertado. Cuando pasó el tiempo, apagué el fuego y agregué las hojas de espinacas y el brócoli previamente cocido. Y al probarlo, me derretí. Viene de cerca la recomendación, pero hace tiempo no comía un guiso tan bueno.

27.3.08

Causeo Porteño

Causeo es un nombre infinito. Como Cazuela. Como Empanada. Polisémico para ser más precisa. Pide una cazuela, atolondrado, y si no sabes donde estás parado, solo te queda tener fe en la olla y en los milagros de un onmívoro bien alimentado.
Causeo podría ser una palabra media llena o media vacía, dependiendo del comensal. Pero una vez que entras al Yugoslavo, en Valparaiso -que dicho sea de paso, tampoco tiene nombre, o tiene y nadie lo recuerda porque solo se llega a él invocando a un país que ya no existe-; no te queda otra más que enfrentarte a la incertidumbre. Entonces todo comienza a tener sustancia.
Y a la mesa, que ya tiene un par de chorrillanas y cinco litros de cerveza de aperitivo, llega un plato reluciente: gelatinosas patas de vacas cortadas en cubitos revueltos con porotos, cebolla y cilantro, aliñado con aceite y limón. Que la gelatina no lo amedrente, el causeo es una delicia.
Pa no darle más vuelta al asunto, adjunto un artículo de La Nación, que le incluye además, la conversación que nunca falta en los bares del puerto, el orgullo de ser NIC, nacido y criado en Valparaiso.

EL YUGOSLAVO FANTASMA

Iván Staroselcic llegó a Valparaíso en 1946. Siete años atrás, se había bajado de un mercante yugoslavo que venía a buscar salitre en Tocopilla y decidió que quedarse en Chile era mucho mejor que volver a enlistarse en el ejército de su país, que se preparaba para lo que más tarde se llamaría la Segunda Guerra Mundial.

Antes de anclar en el principal puerto de Chile, trabajó en varios oficios y así juntó dinero. Ya afincado en la avenida Colón, decidió comprarle al comerciante Carlos Vargas su restaurante: el San Carlos. Poco tiempo pasó para que en la ciudad corriera la voz de que un extranjero se había hecho cargo del boliche ubicado en calle Las Heras. Por eso el bar comenzó a ser conocido como “El Yugoslavo”, pese a que nunca cambió de nombre.


Hace un par de años Staroselcic se fue para siempre. Hoy, su hija Slavka –y a quien, paradójicamente, todos conocen como Gloria- se hizo cargo del negocio familiar. Ubicada justo debajo de un retrato doble que muestra a Iván en su juventud y vejez, Slavka Staroselcic trae al presente los tiempos duros, cuando debían ensuciar platos adrede para fingir que los parroquianos comían y no sólo bebían. “Un problema de patentes teníamos”. Pero también había momentos de alegría, como, por ejemplo, aquella iluminada mañana en que el yugoslavo ideó el plato que hasta el día de hoy identifica al San Carlos: el causeo de patas con porotos. “Mi padre siempre quiso ser chileno, y una vez se puso a pensar en lo que caracterizaba a la comida de su nuevo país, agarró unos porotos, unas cebollas, le agregó unas patas peladas y cocidas, y creó ese causeo”, relata su hija.

Dos tipos jóvenes discuten en una mesa cercana acerca de las formas de ser considerado porteño:

-Mira huevón -dice uno de ellos, que tiene la cara llena de espinillas-, uno puede tener la nacionalidad en Valparaíso por el ‘ius sanguinis’ o el ‘ius solis’. Si tuviste padres porteños y naciste en Coyhaique, igual ‘pasai’ por porteño. Y si naciste en el Van Buren, el Deformes o el Alemán, pero tus viejos eran de otro lado, también te asiente el derecho a la nacionalidad. ¿Me cachai? La cosa se complica si naciste en el Naval, porque ahí eres playanchino, y ese es otro cuento.

Una de las garzonas observa a los dos hombres y sonríe en silencio. En ese momento la dueña del San Carlos lanza un dato que se le escapaba. “Yo creo que mi padre sigue aquí, y le voy a contar un secreto…pese a que yo nunca he podido verlo, se me han ido tres niñas que trabajaban acá. Es que dicen que el fantasma del yugoslavo se les apareció, y se espantaron”.