Pero la feria llevaba un tiempo lejos de si misma, las heladas, la inflación y el invierno inhibían toda expresión de alegría. Qué alegría puede haber cuando el bolsillo no te alcanza para comprar ni lo más básico y remite al supermercado una y otra vez. Fideos y sopas en sobre para los necios, llenando la sangre de tóxinas. Hasta que llegó la primavera y empezaron a bajar los precios. Alivio y entusiasmo en el primer fin de semana de Octubre.
La nutrición y la buena mesa, ocupan gran parte de mi vida cotidiana. Es una obsesión, debo reconocerlo. Una obsesión que llega a tal extremo, que despierto y me duermo pensando en comida. Cuando quiero expresar mis sensaciones de placer, siempre las comparo con comida, y cuando quiero compartir con alguien, siempre desempolvo mis recetas. Por eso no puedo dejar de ir a la feria.
En la casa somos cuatro personas, y gastamos 100 mil pesos mensuales en alimentación. 36 mil pesos se gastan de una sola vez en el supermercado, abasteciéndonos de alimentos no perecibles, y 16 mil semanales para comprar alimentos frescos y crudos. Practicamente el 50% de nuestra dieta son frutas y verduras crudas. Solo frutas al desayuno, yogur a media mañana, ensaladas de todos los colores de entrada, plato de fondo que incluya proteinas, carbohidratos y vitaminas, y aguita de hierbas, mote con huesillo a media tarde, pan con mantequilla, palta, queso o huevos de once, y ensalada o sopa casera de verduras pa terminar el día. Todo gracias a que existe la Feria. Y una vez cada tres meses vamos a La Vega donde compramos aceite de oliva y muchas legumbres.
Toda mi vida gira en torno a la comida. Mi vida es la comida.